En 2016, estaba trabajando con una pareja internacional de padres intencionados, sirviendo como asesores en su viaje de subrogación. No hablaban inglés y querían asegurarse de entender qué esperar, por lo que la traducción fue clave. Hicimos planes de viaje flexibles y nos preparamos cuidadosamente para su nueva llegada.
Cuando se acercaba el momento del parto, hicieron el viaje de 10 horas hasta Redding, California desde Los Ángeles. El bebé nació sano y recibió autorización para partir con ellos al día siguiente. Se derramaron muchas lágrimas de felicidad.
Dado que la madre sustituta había dado a luz por cesárea, su estancia en el hospital sería días más larga. Había elegido no ver al bebé por miedo al apego, pero lo único que nos separaba era un largo pasillo.
A la mañana siguiente, poco antes del amanecer, escuchamos un suave golpe en la puerta. Claramente, habiendo llegado a nuestra habitación sin ayuda, la madre sustituta se quedó allí, sola.
Ella había cambiado de opinión acerca de cargar al bebé, dijo, y preguntó si podía cargarlo solo una vez. Sus ojos escanearon su rostro, memorizándolo, y lo acunó en sus brazos. Las enfermeras iban y venían. Después de muchos momentos, ella lo devolvió a la familia. Cuando se giró para salir de la habitación, levantó la mano para secarse las lágrimas de la cara.
En ese momento, me impactó con profunda resonancia que ella estuviera sola. Sola en su viaje, sus decisiones y su recuperación. Solo, caminando por un pasillo sin una mano a la que agarrarse ni una voz tranquilizadora. Un día después de dar el regalo más generoso que uno puede ofrecer: el regalo de la vida.
Mi corazón tomó una decisión ese día: que ninguna madre sustituta afrontaría sola su viaje. Joy of Life® se fundó con la firme convicción de que la atención de la gestación subrogada debe abarcar ambas partes y que ningún paso debe darse en soledad. Juntos, nuestro equipo forma una aldea compasiva y solidaria donde el cuidado de las madres sustitutas y los futuros padres es nuestra principal prioridad.
